miércoles

Titulando el blog: la esquina que nadie quiere ver

Deborah, Blessing, Kate, Priscila, Joy, Tatiana, Sandra, Carla, Jéssica, Celeste… Son mujeres que emprendieron el vuelo desde Ecuador, Nigeria, Colombia, Sierra Leona, Bulgaria, Rumanía, Ucrania… Llegaron a Madrid y continúan su viaje, de esquina en esquina, prestando servicios sexuales a los varones madrileños.

Ellas representan uno de los máximos exponentes de la pobreza existente en amplias regiones del planeta, y de la desigualdad social en razón de su género.

Las conocí hace cinco años, apostadas por las esquinas del polígono Marconi de Villaverde, en Madrid, cuando comencé a colaborar con Médicos del Mundo en el proyecto “Mejora de la salud en las personas que ejercen prostitución”. Un programa creado para atender a personas en riesgo de exclusión social.

Ya en mi primer día de trabajo, de regreso a casa, y como si de una película se tratara, comprendí que las esquinas también se construyen con imágenes. Esquinas con rostro femenino, como el género de sus propios nombres. Una película de mujeres inmigrantes y pobres, que me revelaba una multitud de miradas y de idiomas ajenos, pero que, también, me desvelaba la necesidad de una toma de posición frente a tanta injusticia, tanta desigualdad, tanto machismo, tanta violencia, tanta explotación.

De esta experiencia, me interesa lanzar una denuncia sobre las condiciones de vida en que se desarrolla la actividad de las mujeres que ejercen la prostitución. Y propongo una mirada de frente. Porque creo que sólo así se puede comprender por qué están donde están estas mujeres, y lo que les ocurre cuando están donde están: en la esquina que nadie quiere ver, víctimas del abandono y el desprecio sociales, escuchando cómo se les exige su invisibilidad.

Me gustaría resaltar que, a pesar del sufrimiento y la frustración presente en la vida de estas mujeres, también nos reímos. Juntas. Y me resulta muy gratificante la relación con las protagonistas de esta historia, porque son capaces, aun en esas condiciones, de encontrar un espacio para la alegría.

Mi trabajo en este proyecto ha significado un viaje de aprendizaje y conocimiento, donde cada uno de los nombres significa un potencial de vida por vivir escamoteada. Porque la segregación, la exclusión y el rechazo que sufren, se oponen a su integración, y este marcaje impide su plena incorporación a la vida social.

Es necesario que los poderes públicos arbitren medidas de apoyo a estas ciudadanas porque no se pueden desaprovechar tantos talentos y tantas vidas. No se pueden tumbar tantos sueños de una vida mejor.

También la sociedad debe sentirse concernida por las condiciones de vida de las mujeres que han venido desde la otra esquina del mundo y que ahora se encuentran aquí haciendo la esquina. No podemos aceptar que vivan entre nosotros y nosotras sin disfrutar de los mismos derechos políticos, sociales y laborales. No podemos.

¿Damos la vuelta a la esquina?
Elena Ron. Voluntaria de Médicos del Mundo

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